El ejercicio de la política no es fácil, cuando se hace bien, cumpliendo con la PALABRA empeñada, cosas buenas pasan en la sociedad, los ciudadanos participan y se empoderan y el nivel de compromiso político es el suficiente para tener una democracia fuerte, transparente, donde los compromisos adquiridos con los electores y con el equipo, son cumplidos.
Pero hacer política no es fácil, el candidato que quiera ejercer un cargo público tiene un largo camino por recorrer y llegar al poder no es ni la mitad del camino, debe rodearse de un buen equipo, confiable y bien cohesionado, un equipo compuesto por perfiles técnicos y perfiles sociales, un equipo que lo pueda asesorar en temas de ciudad, región o país y le permita moverse con fluidez y capacidad técnica en los debates necesarios que se darán en su ejercicio del cargo al que aspira, pero que a su vez goce de reconocimiento y credibilidad en el territorio, que le permita anexionar líderes y electores que conformen su base social y política que lo llevará al cargo anhelado, así pues, ni el capital técnico ni el capital político, este último de especial importancia, son exclusivos del candidato, esto se suele olvidar con frecuencia en nuestro sistema personalista, en el que es usual que se vote por una cara o por una propaganda bien hecha, cuando en realidad, el verdadero capital político del candidato y eventual funcionario público está cimentado en su equipo base, en aquellas personas que con ahínco no solo lo acompañan en el proceso proselitista, sino también en el técnico y cuyas redes de apoyo conforman la masa que elige a ese candidato.
Para hacerse de ese equipo es necesario hacer compromisos, empeñar la palabra y ser claro desde el principio hasta donde se está dispuesto a cumplir con los intereses del equipo que lo rodea, ya que es el cumplimiento de estos compromisos adquiridos lo que le permitirá fortalecer a su equipo y por ende fortalecer su gestión, para poder cumplir con las gestiones y la representatividad que sus electores esperan, es necesario que el equipo que acompañó al candidato en campaña, se vea fortalecido una vez se es elegido, puesto que de no ser así, el equipo lentamente se irá dispersando e irá amainando en su compromiso político con el otrora candidato.
Es en esta incapacidad para cumplir con la palabra empeñada con diligencia en la que se halla parte de la crisis política y de los partidos actuales, una crisis de credibilidad afianzada en la creencia de que la política es “los mismos con los mismos” y en la que en los territorios se suele afirmar “se promete solo para llegar”.
No siempre es el caso, pero se debe tener presente que una de las formas de recuperar la credibilidad en el quehacer político es cumplir con los compromisos que se adquieren con los equipos de trabajo, fortalecerlos, mantener una comunicación fluida con ellos y no permitir que el equipo en si se disperse, es clave para que el capital político y técnico que soporta la plataforma del candidato no se pierda.

