martes, 4 de mayo de 2021

DOLOR DE PATRIA

 

Se cayó la reforma, pero nos quedan los muertos, los heridos, desaparecidos, propiedad pública y privada afectada, una fuerza pública desprestigiada y una marcha estigmatizada, aunque la mayoría de ciudadanos marcha en paz y con demandas legitimas unos pocos eclipsan a través de la violencia el real propósito.

Marchar siempre valdrá la pena, es un derecho ciudadano en el contexto democrático y el ejercicio de la libertad que consagra la Constitución, pero la violencia definitivamente nunca valdrá la pena, venga de donde venga, Estado o manifestantes; la violencia es instrumentalizada por unos pocos para lograr propósitos electorales egoístas, se orienta en alimentar egos y roba legitimidad a una marcha en la que la mayoría de los ciudadanos hacen sentir su voz, reclamando condiciones en un país que hoy más que nunca se ve afectado por los devastadores efectos que el COVID-19 nos deja.

Hay que celebrar que la reforma se cayó, era una reforma impertinente porque fue presentada en el momento incorrecto y de la manera incorrecta, regresiva porque afectaba más a la clase media mientras protegía grandes capitales, además autoritaria porque fue construida sin consenso, pero ese logro, tumbar la reforma no obedece a unos pocos desadaptados vandálicos; claramente el señor de la tienda no es a quien se le reclama, ni a la señora que saca un puesto de comidas, ni a las personas que se transportan en el Transmilenio, el Metro o en el MIO, siendo por el contrario ellos a quienes afecta más esta violencia, que al final de la jornada sólo exacerba la problemática.

Ojo con el 2022, porque el país queda tan polarizado después de estos días de violencia que se teme que la discusión no admita un análisis real de propuestas coherentes que nos muevan a afrontar los retos económicos y por el contrario queda rezagada en el eterno dilema de simples posiciones políticas.

Ojo con el 2022, porque políticos irresponsables azuzan la violencia y mueven a la gente a votar en masa por cualquiera, entregando el país a personas poco abiertas al dialogo y contradictores de la real democracia, violentas en su discurso y autoritarias en su proceder, que poco saben o respetan las buenas prácticas y que en momentos de crisis como el actual, están desconectados de la realidad y recurren a criticas vacías y distantes de las necesidades del común de la población.

Rechacemos siempre la violencia, ésta enloda reclamos justos, ofende nuestra democracia e invisibiliza a quienes marchan en paz, NO es destruyendo infraestructura pública y negocios que vamos a lograr el país o la ciudad que soñamos.








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